Crónica de los loros

Por Jorge Mario Escobar

Las Estradas recibieron, de muy buena gana, un loro de nombre Roger que les regaló el vecino de enseguida.

Roger vivía en medio de las atenciones y el cariño que de parte de la familia Estrada recibía. Y era seguro que era macho pues algún veterinario consultado, así lo había dictaminado. Así, entre palabrita y palabrita, muy tranquilamente, transcurría la vida de Roger.
Un día cualquiera llegó donde los castaños, otros vecinos, un loro de nombre Lorenzo que vivía entre un árbol de guayaba y otro de mamoncillo que los Castaños tenía en el patio.
Otro día cualquiera, llegó, donde Marielena una lora metida dentro de una Jaula. Ella la sacó de la jaula, la bañó y la puso en un paral o dispositivo diseñado para loros.

Lorenzo, que estaba en el árbol de guayabo, tan pronto vio a Pastora, así se llamaba la lora, se tiró en picada y como tenía las alas recortadas, hizo un espectacular aterrizaje forzoso de barriga en el piso de cemento.
Posteriormente llegó dende los castaños, Lorena

para acompañar la vida solitaria de Lorenzo y así, evitarle a Lorenzo, sus visitas a las casas vecinas.

Eso no frenó la vida errante de Lorenzo que, con Pastora, salió un día a visitar a Roger. Acá si fue un problema pues Roger y Lorenzo congeniaron tanto que ya no quisieron tener más cuentas ni con Pastora ni con Lorena. Acción esta que incomodó a Lorena y en un descuido de sus dueños armo viaje con una bandada de Loros en libertad que recorrían todos los días el vecindario y nuca más se volvió a saber de ella.
En todas estas, Roger estaba demandando un dineral en sicólogos pues sus propietarios pensaban que tenía un serio problema de personalidad, eso de andar con Lorenzo todo el día, les parecía muy raro.
La familia Estrada decidió quitarse el problema que representaba tener un tipo raro en la familia y de estar intercambiando, al final de la tarde, sus respectivos loros por encima de los muros divisorios de las propiedades y regaló a Roger a los Castaños.
Sólo Francisco Humberto confió en que Roger no era un macho y la rebautizó con el nombre de Petunia. Todos los demás reían por ese acto de bautizo con nombre femenino de un loro.

Sin embargo, un día contra todo pronóstico, Petunia, puso un huevo y salvó su reputación.
Marielena cogió el huevo y le arregló un nido dentro de un tanque de inodoro viejo, donde Petunia puso otro huevo y a los 38 días los pichones piaron. Lorenzo se convirtió en un feliz padre y compartió su felicidad, sin resentimiento, con todos los que había dudado de su hombría

cuando visitaba al presunto Roger que resultó ser su enamorada Petunia.
Esta es una gran noticia porque, según los expertos es muy, pero muy difícil que loros en cautiverio levanten polluelos.

1 comentario en “Crónica de los loros”

  1. FRANCISCO HUMBERTO CASTAÑO MONTOYA

    Que historia tan bonita, también descrita y tan verdadera; pues yo que viví esa linda aventura, no le agregaría ni un punto,ni una coma a esa narración.

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